EL LOBO IBÉRICO
Por María del Carmen Aldir Doval
Canis lupus signatus o lobo ibérico habita en las sierras y mesetas del cuadrante noroeste de la Península Ibérica. Descrita en 1907 por el zoólogo Ángel Cabrera, la subespecie signatus recibe ese nombre por las manchas oscuras en la parte frontal de las patas delanteras, en la cara exterior y la punta de la cola y en el lomo, a la altura de la cruz, llamada “silla de montar”.
Presenta múltiples adaptaciones anatómicas que lo mantienen en la cima de la pirámide alimenticia. Algunas son: una cabeza grande, cuello robusto y musculoso; un cráneo estrecho con hocico alargado y recto; una mandíbula óptima para atrapar presas y herirlas; una fuerte musculación de masticación y dentición carnívora (42 piezas). El hocico está rodeado por vibrisas blanquecinas, bigoteras, que le dan información por medio del tacto y músculos faciales que potencian la gestualidad, muy importante en las relaciones sociales.
Patas firmes y vigorosas, las anteriores ligeramente más largas; un apoyo digitígrado para una carrera rápida; uñas no retráctiles que le ayudan a afianzar el paso en la carrera, adaptadas para andar por multitud de terrenos, con una pequeña membrana entre los dedos para moverse en la nieve y con glándulas interdigitales que exudan esencias impregnando la huella con su olor.
Una constitución adaptada para realizar persecuciones de larga duración con el fin de cansar a la presa: cuerpo ágil y flexible, caja torácica amplia, corazón grande, pulmones desarrollados, diafragma con una disposición baja y cola larga.
El pelaje tiene dos capas, la externa o jarra, y la interna o borra. La jarra está formada por pelos largos, rígidos y gruesos, recubiertos de sebo que lo protegen de la lluvia, del viento y de la nieve. La borra tiene una textura ondulada y flexible, lanosa y densa, con cualidades térmicas, formando una cámara de aire caliente.
Un oído que capta sonidos de alta frecuencia con los que se comunica. Un excelente olfato para localizar sus presas, percibir la receptividad de una hembra y reconocer a otros individuos. Visión dicromática, binocular y tridimensional, óptima en condiciones de luz tenue y crepuscular.
El lobo ibérico es un cazador social, se organiza en manadas y planifica la caza, sin embargo, si la presa es pequeña, caza en solitario. Su naturaleza es carnívora, por adaptación omnívoro, si tiene la oportunidad es carroñero y ocasionalmente herbívoro. Por lo tanto, la dieta es muy variada desde bellotas, castañas y frutos del bosque hasta carroña y todo tipo de aves, sin embargo, prefiere cazar ungulados salvajes como corzos, cabras y jabalíes. Cuando el alimento escasea llega a atacar a los rebaños domésticos como ovejas, terneros, caballos y potros.
Es un excelente regulador natural mediante el control de las poblaciones de ungulados silvestres en los ecosistemas salvajes. Por ejemplo, el aumento de jabalíes repercute negativamente en el sistema productivo agrario, destruyendo plantaciones de maíz y patata e incrementando el número de accidentes en las carreteras. Un exceso de cérvidos causa daños al bosque ya que mordisquean el ramaje y descortezan los árboles.
El lobo es un animal sociable, formando grupos organizados jerárquicamente; se agrupan en manadas familiares regidas por una pareja dominante “alfa”, que suele ser la única que se aparea y reproduce, es monógama y duradera.
Su territorio es muy amplio, para una manada media de entre 8 y 10 lobos, precisan unos 200 km2, varía dependiendo de la disponibilidad de alimento y agua, la cobertura vegetal, las distintas estaciones o la interferencia humana.
Delimita su territorio por medio del marcaje olfativo, visual y auditivo. Utiliza las glándulas odoríferas, los orines y los excrementos de la pareja “alfa” para marcar piedras, árboles y matojos. El lenguaje corporal destaca por la variedad de posturas y gestos para definir la jerarquía y garantizar la cohesión de la manada. El marcaje auditivo es muy importante, el aullido suele ser nocturno y se transmite a casi 10 km.
Los machos pesan entre 35 y 45 kg y maduran sexualmente a los 3 años y las hembras pesan entre 25 y 35 kg y maduran a los 2 años. Son monoestrales, es decir, presentan el celo una vez al año. La gestación dura unos 63 días y nacen de 3 a 8 cachorros entre abril y junio.
La lobera proporciona seguridad a la camada, con orientación hacia el sur para evitar la hipotermia de los cachorros, que nacen ciegos y sordos, empiezan a ver y oír a los 15 días. El destete comienza alrededor de la sexta semana y empiezan con carnaza regurgitada. A partir de la octava semana aparecen los dientes de leche y engullen trozos sólidos.
Su media de vida oscila entre los 5 y 10 años; en cautiverio, se han registrado casos de lobos que llegaron a los 17 años.
Como conclusión de su tesis doctoral el biólogo Roberto Hermida propuso un nuevo taxón subespecífico, Canis lupus gallaicus, para el lobo del cuadrante noroeste de la Península, el cual se distingue de otras subespecies por su pelaje más oscuro y contrastado y un cráneo proporcionalmente más ancho.
A pesar de la regresión de sus poblaciones en algunas zonas, la Península Ibérica alberga la mayor población europea occidental, gracias a su óptima orografía, abundancia de animales salvajes y domésticos, un despoblamiento rural y un ligero cambio en la mentalidad de la gente con más información científica y divulgativa.
El Plan de Gestión del Lobo en Galicia, basado en estudios realizados entre 1999 y 2003, confirma la presencia de 60 manadas, lo que estima una población de entre 420 y 625 lobos, por lo que somos la segunda comunidad en importancia lobuna.
Existen diversas y variadas causas de la regresión del lobo: el aislamiento de algunos grupos por el incremento de las vías de comunicación aumentan los atropellos de lobos adultos; los incendios forestales reducen su hábitat; la presencia de lazos y cepos para capturar al jabalí; la disminución de cadáveres del ganado doméstico; peleas con manadas rivales; la caza furtiva y, a pesar de que algún estudio dice lo contrario, la modificación de su hábitat por la explotación eólica de las montañas.
En Galicia existe una distribución regular y las poblaciones actuales, aunque sean estables, son bastante vulnerables, ya que sigue en pie el grave conflicto socio-económico que genera el lobo cuando se mete en el territorio humano; es cuando las instituciones se tendrían que esmerar para solucionar el problema, incidiendo en la educación, siendo rápidas a la hora de indemnizar a los damnificados y contribuyendo a invertir la mayor parte de los prejuicios.

Lobo en «Serra do Suído». Fotografía cortesía de Juan Carlos Epifanio Lemos
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